29 de diciembre de 2013

HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN ITALIA (1960-2008) [7ª PARTE]

14. 1982: el punto de inflexión de la derrota táctica.

A decir verdad, el año había comenzado con gran estruendo. El 3 de enero, en un asalto de gran calidad militar a la prisión de Rovigo (Veneto), cuatro camaradas fueron liberados, incluyendo una dirigente histórica de Prima Linea, Susanna Ronconi. De gran calidad militar porque exigió aislar todo un lado de la prisión, es decir, ocupar el territorio, volar el muro y abrir una brecha, mientras se mantenía bajo el fuego a los vigilantes de las torretas para, finalmente, recuperar a todo el mundo y escapar. Todo se hizo a la perfección, lo que no impidió, sin embargo, un desgraciado incidente con un jubilado que pasaba cerca y que falleció de un infarto por la onda expansiva de la explosión. Los camaradas asumieron el accidente como se debe, en su escrito de reivindicación, presentando sus excusas a la familia. En el juicio, la esposa del jubilado dijo entender la naturaleza del incidente, a la vista de las medidas de precaución [adoptadas por los camaradas], la lejanía de los transeúntes que pasaban por la calle así como por la naturaleza de su lucha, que en absoluto pretendía afectar a las gentes del pueblo. Por ello, no se constituyó en parte civil (los medios de comunicación se cuidaron muy mucho de dar cuenta de este gesto, con todo lo que ello significaba).
 
Sergio Segio y Susanna Ronconi
La operación dio también ocasión al reencuentro entre las dos secciones de la antigua Prima Linea, los Comunistas Organizados para la Liberación Proletaria (COLP) y el Núcleo Comunista. Y estuvo precedida por otra liberación brillante, con el ataque, también desde el exterior, contra la prisión de Frosinone (Lazio). Pero, más allá de la belleza de este tipo de operaciones, el vacío estratégico seguía ahí y en sí mismas las propias operaciones lo ponían de manifiesto. Porque este campo es totalmente ilusorio, excepto (tal vez) en las fases de gran poder: sin embargo, nos encontrábamos en una fase de derrota táctica y las detenciones se sucedían, masivas. No sólo era imposible hacer algo duradero con fuerzas que iban quedando reducidas a la mínima expresión y atender a las enormes necesidades logísticas (Prima Linea y los grupos autónomos llegaron en este periodo a realizar un número increíble de expropiaciones con el único objeto de cubrir las necesidades de la clandestinidad), sino que era algo absolutamente desproporcionado en relación a los miles de presos.

Durante esta fase (de 1981 a 1983) su accionar no hizo sino retroalimentarse en un discurso centrado en la cuestión prisión-represión, discurso al que se pretendía yuxtaponer una perspectiva de liberación que nacía de sus categorías de “guerra social total” y lo nutría, por lo tanto, de frustraciones e ilusiones que terminaron por venirse abajo penosamente.

La detención, sólo un mes después, de una de las fugadas con uno de los militantes del comando fue la demostración inmediata de ello...

Mientras tanto un grupo de militantes de Prima Linea fue detenido tras varios días de caza del hombre en un bosque en Toscana y en Roma, en busca de los heridos, tras una expropiación y un primer tiroteo (donde cayeron el camarada Lucio Di Giacomo y dos carabineros).

Se dio una enorme publicidad a los hechos, en la que se destacaba la participación de equipos estadounidenses. Significó, sobre todo, el principio de la aplicación de la tortura sistemática, con métodos científicos, a los camaradas que iban cayendo sucesivamente. Esta práctica contaba con el precedente, a principios de enero del 82, de los militantes de las BR-Partido Guerrilla detenidos cuando intentaban secuestrar al máximo dirigente de la Fiat.

Cuando, a finales de enero de 1982, los equipos especiales consiguieron asaltar la base donde estaba secuestrado Dozier, se dio a la operación de liberación del rehén una gran repercusión mediática, mostrando el nuevo aspecto de los rambos encapuchados con fines explícitamente terroristas. Los cinco militantes capturados fueron brutalmente torturados: uno de los principales dirigentes nacionales (Savasta) se vino abajo y desde entonces, como arrepentido, continuó dando información. En este caso también, el desastre fue comparable al causado por el primer dirigente arrepentido, Peci, con el agravante de que muchos camaradas sufrieron torturas y muchos se vinieron abajo (luego se retractaban y denunciaban la tortura, pero el daño ya estaba hecho). Ejemplo que le honra fue el que dio uno de los cinco secuestradores de Dozier: ofreció una resistencia ejemplar y en su primera comparecencia ante el tribunal consiguió denunciar alto y claro las torturas, mostrando las marcas en su cuerpo; consiguió también que se publicara el hecho en los periódicos (que hicieron todo lo posible por denigrarlo y silenciarlo). Este camarada se llama Cesare Di Lenardo, sigue prisionero (24 años) y siempre ha mantenido su dignidad y su lugar en el movimiento revolucionario. Muy apreciado por todos los presos, merece un especial saludo.

Con cientos de arrestos en pocos meses –se produjeron casi tantos ese año como durante el año catastrófico de 1980, casi mil-, la situación de las OCC se precipitó al no reemplazarse unos militantes a otros al mismo ritmo. Algunas organizaciones, como la Columna Walter Alasia, sencillamente fueron destruidas. Y eso por no hablar de la sensación de temor que comenzaba a apoderarse, en su entorno, del tejido de la clase, bastante maltrecho ya por los sucesivos golpes recibidos en todos los ámbitos. La situación había cambiado de veras en este punto. Había que tomar conciencia de que una perspectiva de ataque, de ofensiva generalizada, ya no era sostenible en modo alguno. Era necesario dar un paso atrás, incluso varios. De nuevo en esa ocasión, las BR-Partido Comunista Combatiente demostraron llevar la delantera política, al decretar la “Retirada estratégica”.

Esto no significaba el cese de la actividad, sino su redefinición, su reposicionamiento desde la retaguardia.

Por el contrario, los subjetivistas, representados por el Partido Guerrilla, respondieron con un llamamiento a profundizar aún más la guerra, calificando de traidores a quienes planteaban la más mínima duda: 1982 estuvo marcado, en consecuencia, por sus últimas “hazañas”. Había que elevar aún más el nivel de enfrentamiento y atacar los cuarteles del ejército (atacaron tres) para demostrar que su voluntad era pasar a un nivel de guerra abierta. Y ello, por supuesto, con las meteduras de pata previsibles: por ejemplo, el ataque a los bancos como campo de batalla propuesto al Proletariado metropolitano, como ámbito de recomposición, forma de lucha contra la crisis y el paro... Y fue en uno de estos ataques cuando se consumó el peor “error”: la ejecución de dos guardas de seguridad ya desarmados y tumbados boca abajo. A la postre, esta acción desencadenó una reacción vigorosa por parte del resto de organizaciones, el aislamiento político de los autores en la cárcel y las complicaciones que pusieron fin al Partido Guerrilla.

El Partido Guerrilla se fracturó en las cárceles ese año al imponer un clima de terror antitraición (en connivencia con parte de la Camorra, como ya hemos señalado). Se produjeron algunas ejecuciones, no de auténticos traidores (que obviamente estaban protegidos en otros lugares), sino de camaradas que se habían venido abajo con la tortura y que habían dado alguna información, retractándose posteriormente y declarando su voluntad de reincorporarse a la comunidad de presos, después de haber llevado a cabo la deseable autocrítica. Pero es que, además, había un problema más general, pero de orden político-ideológico: las debilidades e incertidumbres que empezaban a apoderarse de las filas ante la evidente derrota o la fatiga y dificultades derivadas de la detención. Y esa situación el Partido Guerrilla pensaba afrontarla en términos inquisitoriales, reduciendo todo al “alma pequeño burguesa que prevalece sobre el alma proletaria” en el reflejo de la guerra social total sobre cada persona...

Habían llegado a pensar semejante cosa incluso en relación con la tortura: según ellos, si se estaba realmente convencido, se resistía sin género de duda. Las experiencias históricas de todos los movimientos revolucionarios demuestran que esto no es cierto. El clima en las cárceles se hizo irrespirable, con el principal resultado de destrozar a un montón de camaradas y arrojarlos a los brazos de la disociación. Además, bajo el peso de la derrota militar (total tanto en el caso del Partido Guerrilla como de Prima Linea), las escisiones violentas y los golpes que sin descanso daba la policía (las luchas y motines en las cárceles ya no contaban ni con el apoyo militar externo, ni con una favorable relación de fuerzas de la clase), la caída del Partido Guerrilla fue brutal.

Estar a cero después de haber hablado de guerra total en marcha, de Estado reducido al ejercicio de la fuerza bruta y al aislamiento social, de transición al Comunismo como programa inmediato, etc.: el contragolpe no pudo ser más devastador.

Pero así fue. Después de algunas acciones desesperadas, las disociaciones, los arrepentimientos y, en el mejor de los casos, las retiradas al silencio, se multiplicaron durante 1983. El caso de los “madonnari” fue el más grotesco: un grupo entero de los antiguos y principales promotores de esta aventura insensata cayó en la religión, ¡después de afirmar, entre otras cosas, que se les había aparecido la Virgen!

Menos graciosos fueron los actos públicos de “contrición” a que dieron pie, tales como organizar encuentros con personas afectadas por las iniciativas de combate, prestándose sobre el terreno a una mediatización en la que se distinguió el triste Franceschini, quien levantó las peores calumnias sobre la manipulación de los servicios secretos y otros delirios.

En septiembre de 1982, el profesor Toni Negri, con sus acólitos universitarios, lanzó por todo lo alto la campaña de disociación mediante un documento que circuló por las prisiones donde, obviamente, encontró un terreno fértil. Por sus promotores, por sus capacidades políticas e ideológicas, fue ésta la principal operación de disociación, aunque otras le sucedieron en el tiempo o coincidieron con ella. Cada grupo deseaba diferenciarse –incluso, a veces, poniéndose finos-, asumiendo toda la manipulación burguesa de las palabras, para mistificar y falsear la realidad. De este modo, Prima Linea se convirtió en uno de los grupos de disociados más numeroso y homogéneo, no hablaba de disociación sino de “oltrepassamento” (“superación”) de la lucha armada, de “reactualización histórica” y otros eufemismos. Su realidad fue tan repugnante como la de los primeros.

Hay que calibrar bien el hecho de que la disociación, en sus distintas variantes, dio la posibilidad al Estado de llevar a cabo la disgregación del movimiento revolucionario por líneas internas, le dio la posibilidad de conseguir una victoria inesperada en el plano político-ideológico. Porque los daños del arrepentimiento, por graves que pudieran ser en ocasiones, quedaron circunscritos al ámbito organizativo-militar. Mientras que la disociación supuso una desarticulación, una deslegitimación desde el interior. Con un efecto destructivo infinitamente superior. Se puede decir que entre 1983 y 1986, fechas en que tuvo lugar también un número considerable de juicios importantes, es decir, en los momentos de la verdad, alrededor de la mitad de los presos se deslizó hacia formas más o menos claras de disociación. Tras la aprobación de una ley ad hoc, con concesiones considerables, se asistía durante los juicios al lamentable espectáculo de un monumental viaje a Canossa. Una realidad tanto más innoble cuanto, inevitablemente, los privilegios para los unos significaban endurecimiento para los otros, tanto en lo que a las penas dictadas por los tribunales se refería como a las condiciones de detención. Quienes, ya desmotivados, mantuvieron una actitud digna y no se prestaron a esos innobles mercadeos, desolidarizándose de los grupos de militantes que seguían en la brecha, fueron minoría. Todo esto dio lugar a un clima de enfrentamientos internos en las cárceles, a una época dura para quienes resistían y a la importancia de la batalla política contra la disociación.

Es cierto que toda derrota revela errores y contradicciones que hay que saber identificar y resolver, lo cual lleva años. Fue éste un elemento en la redefinición de un proyecto político a la altura de los problemas planteados.

Hagamos un último repaso a la cronología del año 1982:

- Enero de 1982, el jubilado Angelo Furlan, muerto accidentalmente durante la liberación de la prisión de Rovigo, por los Comunistas Organizados para la Liberación Proletaria (COLP) y el Núcleo Comunista.

- Enero, los carabinero Savastano y Tarsilli, ejecutados tras una expropiación en la provincia de Siena (Toscana), por los COLP.

- Abril, el responsable de la Democracia Cristiana, Delcogliano, y su chófer, Iermano, ejecutados en Nápoles, por las BR-Partido Guerrilla.

- Julio, el alto cargo de la policía Ammaturo y su chófer, Paola, ejecutados en Nápoles por las BR-Partido Guerrilla.

Toni Negri
- Agosto, los policías Bandiera y De Marco, y el militar Palumbo, ejecutados en Salerno (Campania) por las BR-Partido Guerrilla, en un ataque para la expropiación de armas contra un convoy militar.

- Septiembre, el carabinero Atzei ejecutado en un control de carretera, por un núcleo cercano a las BR-Partido Guerrilla, cerca de Turín.

-Octubre, los guardias de seguridad de un banco, D’Alleo y Pedio, ejecutados por las BR-Partido Guerrilla, en Turín.

- Diciembre, el médico penitenciario Galfo, ejecutado cerca de la prisión de mujeres de Roma, por Poder Proletario Armado (próximo a las BR-Partido Guerrilla).

Ese año también fue duro el balance de camaradas muertos:

- Lucio Di Giacomo perdió la vida en el tiroteo que siguió a una expropiación cerca de Siena. Era un joven militante, muy apreciado, de los alrededores de Turín.

- Umberto Catabiani fue asesinado cuando ya estaba herido, tras una larga caza del hombre después de un primer enfrentamiento. Fue víctima de la nueva línea de ejecuciones sumarias. Era un miembro de la Dirección Estratégica de las BR que se había integrado en las BR-Partido Comunista Combatiente. Era un camarada de Toscana muy conocido y estimado.

- Rocco Polimeni, militante milanés de los COLP, se dio muerte en un momento de desesperación en la clandestinidad. A veces no se tiene en consideración e incluso se oculta, pero la dureza de la lucha lleva a veces a la muerte de esta manera: hubo una docena [de camaradas muertos en esta situación] a lo largo de estos años de combate.

- Ennio Di Rocco, militante de las BR-Partido Guerrilla, muerto en prisión por haberse venido abajo sometido a tortura, lo que había causado daños. Inmediatamente se retractó y pidió reintegrarse en las secciones carcelarias de los camaradas.

- Stefano Ferrari, militante de las BR-Columna Walter Alasia, acribillado en Milán en un bar durante una reunión con otros dos camaradas que sobrevivieron a pesar de resultar también heridos de bala.

- Maurizio Biscaro, militante de las BR-Columna Walter Alasia,  caído desde lo alto de un edificio, en las afueras de Milán, donde habían irrumpido los carabineros para detenerle a él y a otros militantes.

15. La retirada estratégica

La escalada militarista del Partido Guerrilla terminó en un estrepitoso hundimiento.

Su última aventura provocó la desaprobación general del movimiento revolucionario, pero el Partido Guerrilla se derrumbó a una vez presos todos sus militantes. La reacción a tantas veleidades y tanto extremismo fue probablemente inevitable: los arrepentimientos y las disociaciones se multiplicaron en sus filas ese mismo año de 1983.

La actividad de los escasos camaradas de las distintas OCC que no habían caído en las sucesivas redadas se concentró cada vez más en los problemas de supervivencia, ya estuvieran en Italia o huidos al extranjero.

Así, en 1983 aún se produjeron episodios relacionados con operaciones de expropiación u ocasionales enfrentamientos con la policía. Un grupo de militantes de diferentes procedencias trató de cooperar en Francia con Acción Directa. Dicha colaboración se frustró tras la muerte de un camarada en el curso de un tiroteo (Ciro Rizzato, militante milanés de los Comunistas Organizados para la Liberación Proletaria) y la captura de otros. Faltaba un proyecto y un análisis coherente.

La única organización superviviente fueron las BR-Partido Comunista Combatiente. Demostración precisa de que la determinación revolucionaria es tan necesaria como la solidez ideológica y de estrategia-línea política. Particularmente importante fue su lucidez para afrontar la derrota táctica. Desde el final dramático de la operación Dozier, sacaron conclusiones sobre el cambio cualitativo de la situación y decidieron una nueva línea: la “retirada estratégica”.

Había que dar marcha atrás, posicionarse en una línea menos ambiciosa, manteniendo la lucha pero a otro ritmo, con otros tiempos y dinámicas. Comenzábamos a tomar conciencia de una derrota que no era sólo la del movimiento revolucionario sino, más ampliamente, la de la clase.

Desde la ofensiva de la Fiat en octubre de 1980, la relación de fuerzas había basculado, hecho que se notaba a todos los niveles, en todas las situaciones. El hilo que alimentaba a las OCC estaba en peligro, a partir de la composición de clase, de sus tendencias a la autonomía de la clase. Y tan sólo eran los comienzos del fenómeno, por desgracia.

La capacidad de ver todo esto, y también de situarlo en su contexto internacional y en una perspectiva histórica, fue lo que permitió a las BR-Partido Comunista Combatiente alimentar el debate y avanzar, a pesar de todo, haciendo frente a las fuertes presiones liquidacionistas que venían del entorno.

Este debate dio lugar a la última división, la de 1984. Mucho menos grave que las anteriores, dicho sea de paso, porque no ocasionó oposiciones excesivas, perjudiciales para el interés común. Fue una división entre dos entidades que siguieron cada una su camino, bastante paralelo, durante años, y hasta hoy.

Se les llamó al principio primera posición y segunda posición: la primera fue la mayoritaria y, por lo tanto, depositaria de la Organización, mientras que la segunda constituyó la Unión de Comunistas Combatientes (UCC). El centro de la discordia fue la crítica planteada por la segunda posición sobre el eje estratégico que había dirigido hasta entonces las BR, es decir, la “estrategia de la lucha armada”. La crítica apuntaba sobre todo a los límites de un cierto eclecticismo en las referencias que habían presidido y formado la experiencia armada. En especial, las concesiones al guevarismo y una transposición un tanto mecanicista de la teoría de la Guerra Popular Prolongada maoísta. Se constataba en esa crítica que el límite principal que había surgido era la creciente desconexión con respecto a las dinámicas de clase, en paralelo a la constitución ilusoria de un “sistema de poder rojo” en que se confundían las tareas y las posibilidades de los organismos de masas con los de la vanguardia.

La segunda posición quería recuperar la visión leninista, en el sentido de que en los centros imperialistas el proceso revolucionario está irremisiblemente escindido entre la dinámica de la vanguardia (que siempre hace la política, incluso con las armas, elaborando la estrategia y marcando el rumbo general a seguir) y la de las masas, que evolucionan y se radicalizan pero que sólo estarán disponibles para el salto a la confrontación armada en el momento en que se precipite la crisis revolucionaria (momento que, generalmente, está muy concentrado en el tiempo); el arte político del Partido consiste en conjugar estas dos dinámicas y hacerlas confluir firmemente en la fase de precipitación, también llamada momento de la insurrección. Por esta razón, la segunda posición fue también calificada de insurreccionalista, lo cual no era preciso, porque no prescindía de ninguno de los elementos adquiridos en este ciclo de lucha, a saber: la necesidad de estructurarse desde un principio, incluso en una fase no revolucionaria; y la estrategia basada en la unidad de lo político y lo militar, en el uso de las armas para hacer política revolucionaria, con una concepción de la insurrección como paso decisivo en un proceso que, antes y después, está hecho de guerra con niveles e intensidades diferentes.

La segunda posición produjo finalmente dos definiciones: una fue la Unión de Comunistas Combatientes (UCC), el intento más concreto [se corta el texto en francés]

La primera posición proponía esencialmente una continuidad basada en aquello que constituía lo mejor que hasta entonces había expresado el movimiento revolucionario. Esta posición contaba con un elemento de solidez importante que es lo que ha garantizado su continuidad hasta el día hoy. Pero el gran problema al que difícilmente podía dar una solución era el de la “conquista de las masas”: ¿cómo puede una estrategia basada en estos principios establecer una relación dialéctica con las dinámicas de las masas para terminar dirigiéndolas al enfrentamiento decisivo?

Esta cuestión y otras animaron el debate en esos años, en que se iban formando pequeños núcleos armados que se vinculaban de una manera u otra a alguna de estas dos posiciones principales. A pesar del cambio radical de la situación, el enfrentamiento seguía:

- En marzo de 1983, en plena movilización obrera frente al ataque masivo contra los salarios, las BR-Partido Comunista Combatiente atacaron a uno de sus promotores, Gino Giugni, dirigente del Partido Socialista Italiano, en ese momento al frente del gobierno y de la ofensiva antiobrera.


- En febrero de 1984, las BR-Partido Comunista Combatiente ejecutaron a Leamon Hunt, jefe norteamericano de la Fuerza Multinacional de Paz en el Sinaí (acuerdos de Camp David), acción que reivindicaron mediante un comunicado conjunto con las Fracciones Armadas Revolucionarias Libanesas (FARL).

- En diciembre, Antonio Gustini, de las BR-Partido Comunista Combatiente, murió durante una acción de expropiación. Otra camarada, Cecilia Massari, resultó herida y detenida.

- En marzo de 1985, las BR-Partido Comunista Combatiente ejecutaron a Tarantelli, experto sindical en la estrategia de corporativización, la nueva estrategia de “concertación” con el gobierno y la patronal (que pretendía ahogar la lucha de clases en la subordinación a los “intereses superiores, nacionales y de las empresas”).

- También en marzo, el camarada Pedro Greco fue asesinado por la policía. Camarada muy conocido y estimado, salido de las organizaciones de la Autonomía del Véneto, fue asesinado a sangre fría por un grupo de acciones especiales. A pesar de que le buscaba la policía, iba desarmado.

- En octubre aparecen los Manifiesto y Tesis fundacionales de la Unión de Comunistas Combatientes.

- En febrero de 1986, las BR-Partido Comunista Combatiente ejecutaron a Conti, personalidad del partido gubernamental más atlantista [el Partido Republicano Italiano] y ligado a las actividades armamentísticas de los nuevos planes de los Estados Unidos.

- En febrero, la Unión de Comunistas Combatientes atacó, hiriéndolo, a Da Empoli, responsable gubernamental encargado de los planes económicos. Fue una elección política precisa: bajar el nivel, salir de la espiral militarista, lograr actuar mejor políticamente en la intervención armada. Desgraciadamente, enfrente no razonaban igual: el chófer, en realidad un policía, disparó y mató a una camarada, Wilma Monaco.

- 1987 se inició con una emboscada de los carabineros que dispararon contra tres camaradas de la Unión de Comunistas Combatientes. Dos resultaron heridos, de ellos una camarada gravemente.

- En febrero, las BR-Partido Comunista Combatiente expropiaron un furgón blindado y ejecutaron a dos policías, el tercero, que se rindió, salvó la vida (como se ponía de relieve en el comunicado de reivindicación).

- En marzo la Unión de Comunistas Combatientes ejecutó al general de aviación Giorgieri por su responsabilidad en la colaboración del gobierno con los planes norteamericanos de la “Guerra de las Galaxias”.

Pero justo después de esta operación, una operación en todo caso bien enfocada y bien ejecutada desde una perspectiva política, la Unión de Comunistas Combatientes quedó desarticulada por las detenciones y ya no consiguió recuperarse. A causa, sobre todo, de una nueva oleada de capitulaciones que, más “limpia” y sutil, produjo sin embargo los mismos resultados: final de un ciclo, rendición y reintegración en el juego “democrático”.

De la segunda posición resistió todavía una área de militantes que dio forma a una Célula para la Constitución del Partido Comunista Combatiente, que contribuyó a mantener viva la perspectiva pero sin lograr llevar a cabo saltos operativos de consideración. Es una área que todavía existe.

- Esta fase terminó en 1988 con la ejecución de Ruffilli, un alto responsable de la Democracia Cristiana, pieza maestra de la contrarreforma institucional entonces en curso. También en este caso se puede hablar de una acción especialmente bien dirigida, pero también de los límites de esta estrategia que, en el caso de las BR-Partido Comunista Combatiente, pagaba su eficacia militar al precio de una dinámica político-organizativa muy hermética que aumentaba su fractura con relación a la clase.

- Aún en 1988, las BR-Partido Comunista Combatiente reivindicaron con la Fracción del Ejército Rojo (RAF) el ataque que ésta realizó contra Thyetmaier, alto responsable de políticas económicas, con ocasión de una cumbre del FMI en Alemania. Esa reivindicación conjunta se enmarcaba en la lógica de la construcción del Frente Antiimperialista en el que, efectivamente, ambas organizaciones habían trabajado en profundidad durante años.


Pero en el otoño, las BR-Partido Comunista Combatiente sufrieron una redada que desmanteló sus fuerzas principales y puso fin a su actividad patente durante el siguiente decenio. 


Una tierra sin trabajo

El periódico británico The telegraph da cuenta de un vídeo en el que se relata la difícil situación de los desempleados de España. 

El vídeo corrió como la pólvora a través de las redes  sociales y rápidamente se ha convertido en la contraestampa de los melifluos anuncios navideños que incitan a los británicos a consumir, además de frente a las mentiras contadas por el gobierno fascista español hablando de brotes verdes.

A lo largo de los   siete minutos que dura, se narra la historia de tres familias desempleadas  de un un barrio de las afueras de Madrid, que se enfrentan a la perspectiva de permanecer largo tiempo en el desempleo, al tiempo que participan en un movimiento local de protesta .

"No Job Land" ("Una tierra sin trabajo") fue ideado y creado por tres jóvenes periodistas freelance en Madrid y se ha compartido en las plataformas de redes social miles de veces desde que se publicó hace una semana.  


En el la prensa británica denuncia el drama social en el que han sumido a millones de españoles los gobiernos del PPSOE, gestores de una colonia llamada España que poco a poco hunde a los trabajadores en una situación desesperada mientras enriquece a una minoria de delincuentes capitalistas.





27 de diciembre de 2013

El primer discurso del rey y sus elogios al sanguinario General Franco

Lo que dijera el ya en las últimas rey Borbón la pasada nochebuena en su tradicional e hipócrita discurso no importa. De hecho, en uno tras otro, su verborrea apenas ininteligible, no sabemos si solo por los efectos del alcohol o también por uno de los habituales defectos físicos y mentales de su familia, se han concretado en lugares comunes sin apenas contenido y que solamente intentaban (algo que con los años ha ido consiguiendo cada vez menos) justificar su vida como parásito a costa de los españoles.

Sin embargo, el discurso que realmente muestra su verdadera cara de fascista y heredero del perturbado y criminal dictador que pisoteó a los españoles durante cuatro décadas,  fue el primero que diera por televisión en la Navidad de 1975, recien nombrado rey por gracia de Franco. En él defiende sin pelos en la lengua (todavia no tenía necesidad de fingir que creía en este paripé democrático) al sanguinario general Franco, al que, por otro lado, le debe todo lo que es.

Al fin y al cabo, el que se hace llamar Juan Carlos I de Borbón es el primero, y esperemos el último, de una dinastía creada exprofeso por el régimen franquista, aunque se intentara vestir con ropajes legitimistas vinculándola con la tradicional familia de ladrones que vivió ostentosamente a lo largo de muchos siglos a costa de los españoles, los Borbones, derrocada por el pueblo español en 1931 y devuelta al trono, saltándose incluso sus propios principios de sucesión, por los que hoy siguen saqueando impunemente la riqueza del país.

Veamos el primer discurso del rey, a la vez que deseamos que el del pasado día 24 haya sido, por fin, el último.

HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN ITALIA (1960-2008) [6ª PARTE]

12. 1980: la primera crisis

Hasta finales de marzo, las cosas siguieron a ese ritmo. Se produjo incluso la ejecución de una patrulla de tres policías de la Digos que, de civil, patrullaban el territorio en una zona industrial de Milán y, más tarde, una ofensiva contra los jueces: cayeron cuatro en diferentes ciudades y a manos de diferentes OCC. Pero la guerra pronto terminaría siendo cosa de dos: el Estado finalmente consiguió encontrar un punto débil, una grieta. En febrero-marzo, dos militantes de alto nivel, después de su detención y de varios días de aislamiento, traicionaron y entregaron a decenas de camaradas.

Anna Maria Ludman
Fueron el jefe de la columna de Turín de las BR, Peci, y un responsable de Prima Linea, también de Turín, Sandalo. De inmediato se hizo patente un grave error estratégico (si no de fondo, sobre el modo de concebir la organización y el papel de los dirigentes). Sabían mucho, demasiado: en el caso de las BR, debido a una mala concepción de la centralización y verificación de las informaciones sobre los camaradas (error de concepto antimarxista-leninista), mientras que en el de Prima Linea fue más bien la tendencia anarquizante lo que produjo el mismo resultado. Pero la crisis política se puso de manifiesto en el hecho de que estas dos traiciones fueron seguidas por otras y, en general, por la falta de atención de muchos camaradas, por la incapacidad de resistir a presiones a las que se suponían que, en aquel momento, resistiría cualquier militante si le detenían.

No, era evidente que había un problema de fondo, una crisis en términos de perspectivas, que engendraba cansancio, miedo y otras contradicciones. En cualquier caso los daños estaban ahí, sobre todo a nivel político. Porque, aunque los traidores siempre han existido (y siempre existirán), la dimensión del fenómeno, en este caso, era excesiva. De golpe se desplomó el prestigio de la enorme eficacia e impenetrabilidad de la Organización (por ejemplo, la columna genovesa de las BR no había sufrido hasta entonces más que una detención y su “blindaje” se había hecho legendario). La crisis reveló debilidades y miserias humanas, por la vía perversa de los arrepentidos y de la manipulación mediática, y se hizo patente en el hecho de esas rendiciones instantáneas, en el momento de la detención. Esa inmediatez llamaba profundamente la atención porque en aquel momento no se podía hablar todavía de tortura (algunos golpes en las comisarías no son insoportables); además, en el imaginario social, se estableció al instante la comparación con la Resistencia, con los Partisanos, entre quienes no se había dado este fenómeno, sino todo lo contrario, un notorio heroísmo frente a la tortura sistemática. Todo esto, en definitiva, menoscababa la credibilidad de las OCC, de la lucha armada, de la idea de Revolución.

Y luego tuvo lugar el terrible salto cualitativo decidido por el Estado: la masacre a sangre fría de cuatro camaradas, mientras dormían, en un piso franco de Génova cuya localización reveló el traidor Peci. No fue un tiroteo, un enfrentamiento como ocurre a menudo (con pérdidas de un lado y otro). Fue una masacre confirmada por el bloqueo impuesto alrededor de la casa (que no pudieron visitar los periodistas hasta varios días después y a toda prisa), ¡y por la consigna de que no se abrieran los ataúdes, lo que impidió que nadie viera los cuerpos! Se trató de una masacre deliberada que lanzaba una señal precisa: “¡Desde ahora  os vamos a matar!”

Los camaradas caídos representaban muy bien lo que eran las BR: Anna Maria Ludman, oficinista, Lorenzo Betassa, en la clandestinidad, ex trabajador y ex delegado de la Fiat, Pietro Panciarelli, en la clandestinidad, ex trabajador de la Lancia, Riccardo Dura, en la clandestinidad, ex marino.

Las BR difundieron un panfleto en su honor en muchas ciudades y fábricas. Con carácter más general, el movimiento revolucionario asumió [la defensa de] su memoria en la batalla contra los medios de comunicación que llevaban a gala su trabajo sucio de difamación.

Del lado de las organizaciones, se reaccionó tratando naturalmente de limitar el alcance de la cuestión, refiriéndose a los arrepentidos esencialmente como “cucarachas que hay que aplastar” y tratando de seguir como antes (lo cual era bastante comprensible pues una reflexión y eventuales correcciones autocríticas requieren tiempo y precauciones). La guerra continuó, pero un punto de inflexión importante se produjo en otoño.

La Fiat, capo principal del gran capital italiano, aprovechando la desarticulación simultánea de dos columnas (de las BR y de Prima Linea) en Turín, lanzó una gran contraofensiva al declarar la situación de crisis y un plan de 14.000 despidos (¡lo cual en ese momento era un “escándalo” inimaginable!).

La lucha fue grande –35 días, con una primera fase de manifestaciones internas y ataques contra los jefes de bajo nivel, seguida de una fase de ocupación de las fábricas que, en realidad, demostró ser una forma sutil de los sindicatos de sobrecargar la lucha, de debilitarla (al sacar de hecho de la fábrica a la gran masa de trabajadores y retomar el control con el apoyo del aparato revisionista exterior)- pero, en ese momento, en condiciones defensivas y de debilidad del movimiento obrero a causa, además, de los duros reveses sufridos por las OCC. Como jefes del cotarro, los sindicatos revisionistas y la patronal amarilla se repartieron la labor de zapa: los primeros, mediante esa estrategia de debilitamiento del interior y evitando a toda costa una extensión del conflicto a otros sectores; los segundos, recurriendo a toda la panoplia represivo-colaboracionista, que culminó en el espectáculo, tan nuevo como repugnante, de dos marchas silenciosas contra la huelga en las que participaron todos los capataces y parte de los empleados (organizados directamente por los jefes de personal bajo amenazas y chantaje, como reconocieron ellos mismos varios años después). Efectivamente eran miles, pero la máquina de falsificar de los medios de comunicación proclamó que “40.000” (lo cual era sencillamente imposible por simple comparación con el número de trabajadores de la Fiat). ¡En cualquier caso fue ésa la cifra pasó a la historia! Los sindicatos se hundieron en el derrotismo, intervino el poder judicial para restablecer el orden mediante el envío de pelotones de policías a las puertas de las fábricas y la suerte quedó echada.

Un último gesto de orgullo obrero: los insultos, paraguazos y tomatazos con que se agradeció a los burócratas sindicales en las asambleas de votación el acuerdo de capitulación. La votación fue mayoritariamente contraria al acuerdo pero –poder de la democracia formal burguesa- en estos casos los sindicatos siempre encuentran razones para invalidar esas decisiones y liquidar todo apoyo organizativo a la continuación de la ocupación. Todo ello, en las condiciones de debilidad de la autonomía de la clase, tuvo consecuencias fatales. Aún se produjeron dos manifestaciones muy virulentas esa misma tarde en Turín, en medio de un despliegue policial impresionante, y, por último, un asalto masivo, de unos cientos de personas, a una de las sedes sindicales más simbólicas (la Liga de Metalúrgicos-Mirafiori) para arrasarla e insultar a los colaboracionistas.

Esta derrota marcó el punto de inflexión, un cambio definitivo de las relaciones de fuerza entre clases; hasta las cifras lo ilustran: los años 70 fueron los años de lucha y progresos de la clase, los 80 serán los de la contraofensiva capitalista. La clase obrera de la Fiat había constituido hasta entonces la vanguardia reconocida de las masas, el polo por excelencia, debido a la alta concentración y homogeneidad de la clase en el polo de Turín, que, además, había sido el centro neurálgico en todos los episodios destacados de la lucha revolucionaria en la Italia del siglo XX.

El enfrentamiento de clase y, específicamente, la confrontación armada, se agudizaron durante los dos años siguientes. Los datos cuantitativos son los siguientes: 1980 fue el año con el mayor número de detenciones, 1.021, mientras que el año anterior habían ascendido a 393. Hubo 433 en 1981 y un nuevo pico coincidiendo con la auténtica derrota táctica del 82: 965.

Se produjeron dos acontecimientos importantes a finales de 1980. La primera escisión de las BR, por parte de la columna milanés, marcó el final de la expansión “lineal” de las BR, revelando importantes contradicciones internas y, en resumidas cuentas, el malestar de fondo que reinaba en las filas ante los graves fenómenos de que hemos hablado. Una suerte de aspecto “mítico” sobre la fuerza y el carácter unitario [de las BR] se vio también afectado. La crisis política que condujo a la escisión se refería naturalmente al debate sobre las perspectivas. La columna Walter Alasia de Milán consideraba la necesidad de reorientarse hacia la intervención a nivel de fábrica, volver a los puntos fuertes, a las fuentes de la autonomía de la clase, preocupada sobre todo por los efectos del desfase evidente que se había producido en relación a la realidad de la clase tras la escalada militarista. En realidad, también la columna Walter Alasia seguía convencida de los “fundamentos”, incluyendo la “conquista de las masas en el terreno de la lucha armada”, sin percibir que el problema se planteaba probablemente ya en tesis tan extremas: la diferencia residía más bien en matices de proyecto y métodos. Por ejemplo, la columna Walter Alasia insistía mucho en que la materialización de unos Organismos de Masas Revolucionarios que formaban parte del programa de las BR desde hacía tiempo –organismos que debían asegurar la dialéctica con la autonomía de clase, la conquista de las masas- se había retrasado. Pero, cuidado, aun debiendo ser expresiones internas en el seno de las masas, se trataba de organizaciones clandestinas sobre la base de la línea de la lucha armada (lo cual, en nuestra modesta opinión, era ya el error de base de esta concepción de la dialéctica con las masas). Así, la columna Walter Alasia, para resaltar las razones de su independencia, lanzó una campaña contra la reestructuración y la contraofensiva patronal (que acababa de manifestarse con toda claridad en la derrota de los trabajadores de la Fiat) y atacó a dos dirigentes de grandes fábricas en las afueras de Milán, donde las BR estaban muy presentes.

La columna Walter Alasia pagó también un alto precio a la represión. Varios de sus militantes fueron asesinados a manos de los grupos especiales de los carabineros. Los camaradas Grazioli y Serafini no tuvieron tiempo de reaccionar y cayeron en la calle bajo las ráfagas de ametralladora.

El otro gran acontecimiento fue la ofensiva lanzada por las BR, conjuntamente con los Comités de Lucha de Trani, contra las prisiones de máxima seguridad, con el objetivo prioritario de lograr el cierre de la de Asinara.

Esta isla-prisión había sufrido un primer gran golpe con el motín del año anterior, pero el Estado la había rehabilitado parcialmente. El símbolo era demasiado importante para ambos bandos.

La ofensiva de las BR se articuló en torno al secuestro de D'Urso, magistrado de asuntos penitenciarios del Ministerio de Justicia: comenzaba el pulso. Esta vez, las BR llevaron a cabo con éxito una eficaz operación de cobertura mediática al imponer la publicación en un gran semanario nacional de un comunicado y una entrevista sobre la operación en curso. A los diez días se les unieron los amotinados en la prisión de máxima seguridad de Trani, donde un centenar de presos (organizados en el Comité de Lucha del Campo) tomó como rehenes a 20 funcionarios. Tras una campaña mediática para reducir el alcance de la “concesión”, el Estado organizó el cierre definitivo de Asinara. ¡Fue una victoria indiscutible! Las BR cumplieron con su palabra y liberaron al magistrado, que era un planificador de las condiciones carcelarias; entre tanto, los carabineros sometieron a sus anchas a los presos de Trani. Dispararon con ametralladoras por los pasillos para obligarles a refugiarse en las celdas y luego apalearon sistemáticamente a todo el mundo, incluidos (lo grotesco en el drama) algunos de los funcionarios secuestrados. Hubo camaradas heridos de bala.
Unos días más tarde, la última palabra la tenían de nuevo las BR que ejecutaron como represalia a un general de los carabineros, Galvaligi, responsable también él de las prisiones de máxima seguridad.
Esta operación se puede considerar casi como el apogeo histórico [de las BR], tanto por el modo en que se desarrolló y su victoria, como porque fue la última que llevaron a cabo unas BR unitarias. Al poco tiempo las líneas de fractura se abrieron, precipitando la crisis política general.

Cronológicamente:

- Enero de 1980, tres agentes de la Digos, Cestari, Tatulli y Santoro, en tareas de control e información en una zona industrial de Milán, ejecutados por las BR.

- Enero, el director adjunto de la Petroquímica de Marghera-Venecia, Sergio Gori, ejecutado por las BR.

- Enero, el coronel Tuttobene, responsable de contrainsurgencia y otro carabinero, Casu, ejecutados por las BR en Génova.

- Enero, el vigilante de fábrica Carlo Ala resulta muerto por error (se trataba sólo de dispararle a las piernas) por los Núcleos Comunistas Territoriales (de la Autonomía de Turín), en una fábrica siderúrgica, Framtek, de la Fiat. El autor del error era de nuevo un “militarista” que pronto se arrepintió...

- Febrero, el dirigente de la Icmesa de Seveso, Paoletti, ejecutado por Prima Linea en Monza (Milán). Ésta era la famosa fábrica que provocó la grave contaminación por dioxinas.

- Febrero, el vicepresidente del Consejo Superior de la Magistratura, Bachelet, ejecutado en Roma por las BR.

- Marzo, el fiscal de Salerno (Campania), Giacumbi, ejecutado por un núcleo denominado columna Fabrizio Pelli (próxima a las BR).

- Marzo, el magistrado Minervini, responsable de Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justicia, ejecutado en Roma por las BR.

- Marzo, el magistrado Galli, ejecutado en Milán por Prima Linea.

- Abril, el vigilante privado Pisciuneri, muerto, en intento de desarmarlo, a manos de un núcleo de antiguos miembros de Prima Linea en Turín.

- Mayo, el dirigente de la Digos Albanese, ejecutado por las BR en Mestre-Venecia.

- Mayo, el dirigente regional de la Democracia Cristiana de Campania, Amato, ejecutado por las BR en Nápoles.

- Mayo, el periodista Tobagi (del Corriere della Sera), ejecutado por un núcleo surgido de la Autonomía, la Brigada 28 de marzo, en Milán.

 - Junio, el carabinero Chionna, muerto en un tiroteo tras una expropiación en Tarento (Apulia), por Prima Linea.

- Agosto, los carabineros Cortellessa y Cuzzoli, muertos tras una expropiación en Viterbo (Lazio), por Prima Linea.

- Noviembre, el dirigente industrial Briano, de la fábrica Marelli en las afueras de Milán, ejecutado por la columna milanesa que acababa de escindirse –la primera escisión- de las BR. Desde entonces operó con el nombre de “Columna Walter Alasia” (CWA).

- Noviembre, el dirigente industrial, Mazzanti, de la acería Falck, ejecutado en las afueras de Milán por la CWA.

- Noviembre, el policía Giuseppe, muerto en un intento de desarmarlo, en Bari (Apulia) por Prima Linea.

- Diciembre, el vigilante Zappalà, muerto en un intento de desarmarlo, en Pavía (Lombardía) por Prima Linea.

- Diciembre, el general de los carabineros Galvaligi, ejecutado en represalia por la represión en Trani, por las BR.

13. 1981: ofensivas y divisiones

Decididamente, este fue el año de cuatro secuestros casi simultáneos, llevados a cabo por las tres secciones
en que acababan de fracturarse las BR; en general fue un año con un gran nivel ofensivo. Mientras, Prima Linea se había escindido también en dos organizaciones separadas, los Comunistas Organizados para la Liberación Proletaria (COLP) y el Núcleo Comunista; ya la primera sigla revelaba en realidad una restricción de cualquier actividad y proyecto a la liberación de los presos (abandonando las veleidades de liberación del proletariado que se habían puesto demasiado difíciles) y a las actividades de autofinanciación y de combate contra los aparatos represivos. Fue casi lo mejor que pudo ocurrir a la luz del rumbo [adoptado], de la pérdida de lucidez y de consistencia estratégica: su última acción enfocada hacia la clase fue la ocupación de la Escuela de Cuadros de la Fiat, donde pusieron contra la pared a cinco profesores y cinco estudiantes, y les dispararon a las piernas. Era el fruto genuino de las concepciones de la “guerra social total” y otras categorías absolutas, cuyos daños fueron similares a los de las aventuras del Partido-Guerrilla.

En cuanto al área de la Autonomía, proseguía en su línea de actividad de perfil bajo, pero al menos arraigada en el territorio. Ataques frecuentemente incendiarios o con explosivos, asaltos, algunos pocos disparos a las piernas. Aquí el límite de la fragmentación existía desde el principio y nunca se sobrepasó. Sobre el área de la Autonomía influyó, además, la línea de la disociación desarrollada por los grupos de los profesores sabelotodo, línea que, después de provocar escisiones a diestro y siniestro, produjo el declive general de la Autonomía (y, a más largo plazo, el ser sobrepasada en su propio terreno por el movimiento “anarco-insurreccionalista” que surgió en los 90).

El primer secuestro fue el llevado a cabo contra Cirillo, responsable regional de la Democracia Cristiana en Campania, en el marco de una estrategia de desarrollo de la “guerra social” en relación con las luchas locales de los parados y los sin techo (en especial respecto a los damnificados del reciente terremoto que había confinado a miles de familias en barracones y containeres, mientras ese partido de tiburones que era la Democracia Cristiana se disponía a especular del modo más innoble). “Guerra social” porque, precisamente, los organizadores fueron la columna de Nápoles y el Frente de Prisiones que, por este acto decidido autónomamente, formalizaron la nueva ruptura y la formación de las BR-Partido Guerrilla. De hecho, este proceso político iba a coagular toda una serie de rasgos subyacentes de la historia de las BR (y en general de la lucha armada en Italia): le dio su aspecto ecléctico. Es decir, la matriz de donde nació la lucha armada era tributaria de diferentes aportaciones que, en aquel momento, le dieron fuerza y argumentos para romper con el revisionismo. En especial, la Revolución Cultural y la teoría de la Guerra Popular, de China, la experiencia de guerra popular en Vietnam y la guerra de guerrillas en Cuba y América Latina (Tupamaros y Marighela). Había, pues, sólidas raíces marxistas-leninistas, de continuidad con el Movimiento Comunista Internacional. Pero las exigencias de ruptura con el revisionismo, con la vía pacífica y reformista al socialismo, impusieron actitudes más “pronunciadas”. Y luego, en fin, cualquier nueva experiencia tiene derecho a su juventud, a sus errores... Con el tiempo llega el trabajo de pulir [errores], de rectificar, de precisar, etc. Ahora bien, los elementos de eclecticismo retornaban y se convertían en posiciones subjetivistas/extremistas, ya fuera en la trayectoria que había conducido a Prima Linea a un militarismo desesperado, ya en el caso de las BR-Partido Guerrilla, que llegó al mismo resultado partiendo de la radicalización de las tesis marxistas-leninistas y, finalmente, de su desviación completa.

Veamos algunas de estas tesis. El punto de partida seguía siendo la teoría marxista-leninista sobre la crisis capitalista, de carácter histórico, por la superproducción absoluta del capital. Pero se la transformaba en un acontecimiento catastrófico en el que la tendencia se convertía en una realidad presente. Desde esta óptica, la crisis era total, la única respuesta del sistema era la guerra y, especialmente, [la guerra] contra el proletariado, visto como el principal obstáculo para la reactivación del capital. Por lo tanto, sencillamente, guerra de destrucción contra el proletariado metropolitano e internacional.

Por esa vía terminaron coincidiendo con las tesis de Prima Linea sobre la “crisis de mando”, en virtud de la cual el sistema imponía, y únicamente por la fuerza, una forma socioeconómica obsoleta e inútil.

Se consideraba que la estatización-militarización de las relaciones sociales, de todos los vericuetos sociales, era total; todos los activistas reformistas y sociales eran inmediatamente policías, etc.
Del lado del proletariado, la crisis de composición de la clase que se había vivido en el ciclo de los años 70 no era grave, al transformarse de golpe en “Proletariado metropolitano” que, aunque más fragmentado y moldeado por las reestructuraciones, era aún más masivo y poderoso potencialmente. Del mismo modo, no había ningún tipo de problema, ya que, como las tendencias se materializaban de inmediato, había un Proletariado metropolitano extremadamente radical que no exigía más que hacer la guerra. Y la “Guerra Social Total”, por supuesto: aquí se observa también una grave deriva hacia las tesis subjetivistas, cuyo eje era la negación del paso político de la Revolución (toma del poder, dictadura, transición y otras “antiguallas ML”), la negación de lo político, sencillamente, y la afirmación del valor subversivo (¡total!) de lo social, del antagonismo, las luchas, los comportamientos y... ¡los deseos! El Proletariado metropolitano, lo social, que no podía expresarse sino por medio de las armas, la guerra de clases, cuyo objeto y programa era nada menos que la Transición al Comunismo. El poder que se construía al mismo tiempo que abolía el poder, la legalidad revolucionaria que abolía la legalidad y, como colmo de la ilógica idealista, el Ejército Revolucionario como órgano supremo de recomposición de la clase, de todas las prácticas antagónicas y de destrucción de cualquier poder futuro... En definitiva, que cuando se vuela como Píndaro se puede llegar revoloteando muy lejos y, como cualquier buen anarquista, evitándose dar respuestas sometidas a un desarrollo materialista y dialéctico de las transiciones políticas y sociales.

Resulta llamativa esta aceleración en pos de la realización de las tendencias y de los procesos de transición. Impaciencia sobre la que influyó, probable y más prosaicamente, la urgencia de las contradicciones más apremiantes. Por ejemplo la del creciente número de encarcelamientos de militantes, la de la imposibilidad manifiesta de encontrar soluciones realistas a esta cuestión al tiempo todo un sector [de militantes presos] exigía que se encontraran y rápido. Quizá no fuera una coincidencia que los miembros históricos encarcelados, que tuvieron un papel esencial en esta deriva de las BR-Partido Guerrilla, después de la derrota militar, se deslizaran rápidamente hacia la disociación (en medio de un conjunto de recriminaciones y acusaciones venenosas que contaminaron el clima en las prisiones).

Lo que estaba pasando en las prisiones tuvo, por otro lado, un peso importante a partir de un determinado momento e influyó muy especialmente en este secuestro. Entre las piruetas extremistas del Partido Guerrilla también hubo análisis anarquizantes sobre las cárceles y los presos: “¡Todos iguales y con el objetivo inmediato de destruir las prisiones!” Ahora bien, precisamente el conocimiento acumulado en las luchas había confirmado sobradamente las distinciones hechas por el análisis marxista, es decir, que se debía desconfiar del subproletariado. Haciendo recapitulación de este ciclo, se podía ver perfectamente que los presos salidos de las barriadas obreras, metropolitanas, ligados por tantos vínculos a la cultura obrera y de la revuelta, eran una cosa; otra era el “ambiente” [del hampa] clásico, caracterizado por actividades infames (como el proxenetismo y la colaboración bajo cuerda con la policía); y otra, por último, las organizaciones mafiosas, marcadas por una ideología burguesa, con tintes feudales (la visión señorial, los “auténticos hombres”, con derecho a la riqueza y a explotar al prójimo, la opresión de la mujer, considerada como una sirvienta, etc.). Las luchas habían confirmado estas distinciones precisas de clase, con desbordamientos entre los soldados rasos de las mafias (dado que para ellos cualquier ideología mafiosa seguía siendo más bien una abstracción y no tanto una realidad de la vida), cuyo origen se encontraba entre los ladrones jóvenes de los suburbios obreros.

Pues nada de esto importó lo más mínimo al Partido Guerrilla, que se embarcó en una aventura con una rama de la Camorra napolitana: un ejemplo más de los resultados de sus audacias teórico-prácticas. Teóricas, en tanto que elaboraciones que suprimían todas las diferencias y la complejidad de la clase en una única categoría que legitimaba cualquier actitud social de “transgresión”: el Proletariado metropolitano (no criticamos aquí la categoría que, por el contrario, es más bien justa y útil, sino su versión Partido Guerrilla). Prácticas, puesto que el Partido Guerrilla llegó al punto de valorizar las actividades ilegales y extralegales tal cual, como forma de lucha del Proletariado metropolitano, incluso en expansión, una especie de terreno sustitutivo del de la producción (que se reducía y estaba sometido a la presión de las reestructuraciones). De este modo, hubo un intercambio de favores en este ámbito y en el de la lucha contra los aparatos represivos. Más aún, se produjo el acercamiento interno en la cárcel por contraste frente al “arrepentimiento”: allí desafortunadamente entraron en juego las dinámicas carcelarias, el peso de la vida en cautividad, con sus patologías, como podrían calificarse, y especialmente la espiral paranoica de la sospecha.

El Partido Guerrilla quería quebrar el fenómeno del arrepentimiento mediante ejecuciones ejemplares y, en paralelo, fortaleciendo la disciplina de las filas, desenmascarando cualquier actitud ambigua, potencialmente traidora, etc. En este punto había acuerdo con la rama de la Camorra por entonces más poderosa, la NCO, que mezclaba un cierto populismo (demagógico, por supuesto) y la simpatía por estos revolucionarios, a menudo napolitanos, que tenían tanto arrojo y valentía en el enfrentamiento con la policía y el Estado. Se llegó al acuerdo en un ámbito en que la Camorra ha sido desde siempre muy experta: hacer que sus jóvenes pasaran el tiempo en la cárcel en un estado de observación recíproca y constante de las actitudes, los comportamientos, etc., al acecho en todo momento de razones o pretextos para el ajuste de cuentas, para “montar tragedias” (como se dice en la jerga carcelaria) [“monter des tragédies”, en el texto en francés].

Suprema paradoja: sus derivas “libertarias” llevaron al  Partido Guerrilla a emprender una campaña de vigilancia policiaca de la vida en prisión. La vida en algunas secciones se convirtió en un infierno y produjo no pocos dramas e implosiones: en 1983, el Partido Guerrilla se hundió políticamente y una buena parte de los camaradas, quebrantados por estas derivas, siguió el camino de la disociación...

Obviamente, desde esta operación de secuestro del responsable de la Democracia Cristiana Cirillo, los contactos con la NCO resultaron importantes, en especial para su desenlace mediante el pago de un rescate elevado, que incluyó una parte para la Camorra, por sus buenos oficios... La experiencia del Partido Guerrilla, iniciada sobre bases correctas en términos de contenido político, en dialéctica con las luchas de las gentes sin hogar y los desempleados (se plantearon exigencias en ese sentido), se perdió por los vericuetos de estas aventuras políticas. Al final quedó la impresión de una simple operación de rescate hecha en complicidad con la Camorra.

En el mes de mayo empezó el secuestro de Taliercio, director de la Petroquímica de Venecia-Marghera. Como ya dijimos, era éste uno de los polos de la clase en Italia, tanto por sus dimensiones y concentración (con plantas siderúrgicas que empleaban a unos 40.000 asalariados), como por las características de esas fábricas, fábricas de muerte, muy tóxicas, que habían dado pie a intensas experiencias obreras de crítica anticapitalista que, a su vez, se habían extendido a todas las zonas ampliamente afectadas por la contaminación. De esta manera, el nivel de autonomía de la clase siempre había sido elevado allí: tanto la Autonomía Organizada como las BR tenían sólidos vínculos [en esta zona]. Esta operación se insertaba en el combate generalizado contra la oleada de reestructuraciones y la contraofensiva patronal. No hubo, en todo caso, una reivindicación particular: las BR-Partido Comunista Combatiente no constituían una forma de “sindicalismo armado” y Taliercio fue ejecutado.

También debe recordarse que durante todas estas operaciones, llevadas a cabo independientemente por tres organizaciones, las BR que se mantuvieron en las posiciones oficiales decidieron llamarse desde entonces, al objeto de definirse mejor respecto a las posiciones emergentes, BR por la construcción del PCC (Partido Comunista Combatiente), es decir, BR-PCC. Veremos cómo fue esta organización la que resultó ser más sólida desde todos los puntos de vista, la única que sobrevivió a la terrible experiencia de los años venideros, la única que existe hasta hoy.

En junio, la Columna Walter Alasia secuestró a un dirigente de Alfa Romeo en Milán, Sandrucci.
En plena lucha contra un plan de despidos masivos, esta operación se realizó en apoyo explícito de la movilización obrera con un objetivo inmediato: la retirada del plan de despidos. Tras un mes de arresto, se consiguió dicho objetivo y la Columna Walter Alasia puso a continuación en libertad al rehén. Se observaba en esta actuación una diferencia fundamental entre las dos ramas de las BR: unos desconfiaban de las derivas “sindicalistas-economicistas”, otros concentraban el eje de sus actuaciones entorno a una dialéctica que se aferraba a la clase obrera. En realidad debe decirse que se trataba de matices que con el tiempo se desvanecieron, al no ser los primeros unos “fanáticos” del centralismo político ni los segundos del economicismo. Por eso la Columna Walter Alasia se salvó del desastre que se avecinaba, pero más por su firmeza política dentro de las prisiones que como organización o, al menos, como proyecto (muchos de sus militantes están todavía hoy activos, a nivel público, en el movimiento).

En este punto cabe señalar también que esta operación se produjo en medio de una actividad muy intensa de la Columna Walter Alasia. Incluso se puede decir que en el año 1981 fue la organización más eficaz.

Buque insignia obrero de las BR –con un porcentaje de militantes de fábrica que sobrepasaba la mitad de los activistas, unos cien y concentrados en la zona metropolitana de Milán-, la Columna Walter Alasia aprovechaba en realidad toda la riqueza de la trayectoria histórica de las BR, que habían nacido allí. Su implantación en las grandes fábricas les llevaba a creer en demasía que la solución al estancamiento que comenzaba a perfilarse podía resolverse todavía “volviendo a las fuentes”, relanzando la dialéctica fundamental Partido/masas. Su batalla por el desarrollo de las Organizaciones de Masas Revolucionarias (OMR), vistas como el eslabón de unión esencial y el paso [necesario] para impulsar el proceso revolucionario, era seguramente correcta. Pero, como el resto, la Columna Walter Alasia se equivocó gravemente al pensar que esta unión, esta conquista de las masas se produciría directamente en el terreno de la lucha armada. De este modo, la Columna Walter Alasia efectuó intervenciones sistemáticas e incluso espectaculares. Golpeó a los jefes y dirigentes de las fábricas y de los hospitales más importantes, todos ellos atravesados por luchas y estructuras de organización autónomas, en algunos casos abiertamente como OMR (éste fue el caso de Alfa Romeo, Falck, Breda y otros). Llegó incluso a disparar a las piernas a un jefe en el interior de la fábrica gracias a un núcleo de “currelas” encapuchados, en la Alfa Romeo y en pleno horario de trabajo.

Otro “detalle” que supuso un escándalo fue que el dirigente Sandrucci, tras su liberación, se mostró reticente a colaborar con los carabineros y los jueces, arriesgándose a ser procesados por falso testimonio en el juicio. Y ello porque llegó a decir que mientras estuvo secuestrado sus captores discutían con él y le daban textos, marxistas, para leer; comenzó a reflexionar entonces sobre el “trabajo sucio” que llevaba a cabo... Esto también aumentó el prestigio de la Columna Walter Alasia.

Su gran actividad estuvo, por otra parte, acompañada de una abundante producción de textos y folletos (de los que todavía se encuentran algunos); además, en general 1981 conoció una vasta producción de todas las organizaciones, incluidos los comités de presos.

Renzo Sandrucci, directivo de la Fiat secuestrado
Finalmente, en julio se produjo el secuestro de Roberto Peci, hermano del gran arrepentido y colaborador él también de la policía. Lo llevó a cabo el Frente de Prisiones de las BR, estructura aún formalmente centralizada, pero que ya era en realidad una de las dos estructuras que pronto iban a constituir oficialmente el Partido Guerrilla. El arresto duró aproximadamente un mes, con los interrogatorios y la confirmación de su doble juego y de su papel como incitador a la traición de su hermano. El desenlace [del secuestro] es fácil de imaginar.

Mientras las BR daban estas muestras de fuerza, aunque ya atravesadas por líneas de fractura irreversibles, las otras OCC estaban por entonces al cabo de sus recursos políticos.

Ya no efectuaban más que acciones de supervivencia en relación con los presos y los camaradas en la clandestinidad. La única acción de envergadura fue la ejecución de un esbirro torturador, Rucci, de la prisión de Milán. Pero incluso esta acción no se salía en modo alguno del “circuito cerrado” y marginal del enfrentamiento con la prisión y la represión. Fue un final verdaderamente poco glorioso, sobre todo para una organización como Prima Linea, que disponía, en cualquier caso, de una base de patrimonio teórico-político importante y que había mostrado ambiciones “innovadoras” y de vanguardia de nuevo tipo, interesantes pero empañadas por los muchos excesos y presunciones.
En este caso, se puede decir realmente que la prueba de los hechos fue decisiva. Su desbandada a las primeras dificultades serias, su capitulación y su paso al campo de la disociación, hasta su desembarco en las filas del actual “movimentismo” pacifista, reformista e institucional, nos lleva a pensar que el terreno de la innovación revolucionaria debe manejarse con prudencia, coherencia y modestia. Y ello dicho con el mayor respeto (crítico siempre y, por supuesto, sin exaltaciones idealistas o religiosas) por las experiencias históricas que fueron el fruto del impulso, la lucha y el trabajo de las grandes masas proletarias. Sobre el desprecio, sobre la altanería intelectualista no se puede construir nada bueno.

En diciembre fue el punto de inflexión. La fractura de las BR se formalizó (después de que se dieran por liquidadas las últimas tentativas de recomposición) mediante la publicación de una Resolución y Tesis de las BR-Partido Guerrilla –que oficializaba así también su nombre- y por la decisión del Comité Ejecutivo-BR (instancia suprema de centralización) de adoptar también un nuevo nombre, para aclarar las cosas, a saber: BR-Partido Comunista Combatiente.

Punto de inflexión, también, porque se puso en marcha la operación Dozier, que constituyó el comienzo de la derrota de 1982. Dozier era un general de los EEUU con un largo currículum vitae al servicio del imperialismo. Había servido en Vietnam y las BR-Partido Comunista Combatiente decidieron secuestrarlo por sus altas responsabilidades en el Comando OTAN-Europa del Sur. La operación se desarrollaba bastante bien: se publicaron declaraciones del general donde reconstruía en detalle acontecimientos históricos y crímenes del imperialismo estadounidense, pero también se sentía que el clima de enfrentamiento iba a dar un salto.

Antes de pasar a verlo, resumamos el año 1981 cronológicamente:

- Febrero, ejecución de Marangoni, director sanitario  de los grandes hospitales de Milán, por las BR-CWA.

- Abril, ejecución de Cinotti, torturador penitenciario, por las BR en Roma.

- Abril, ejecutados Canciello y Carbone, escoltas del responsable de la Democracia Cristina Cirillo, secuestrado por la columna de Nápoles de las BR.

- Mayo, el vigilante Rinaldo, ejecutado durante una expropiación por Prima Linea en Vercelli (Piamonte).

- Junio, Frasca, vigilante de una fábrica de Alfa Romeo, ejecutado por Prima Linea en las afueras de Milán.

- Junio, el ciudadano Zidda muerto por error durante una acción de Barbagia Roja contra un carabinero en la provincia de Nuoro (la organización reconoció públicamente el error).

- Junio, el vicecuestor de la policía Vinci, responsable de contrainsurgencia, ejecutado por las BR en Roma.

- Julio, ejecución de Taliercio, director de la petroquímica de Marghera, por las BR en Venecia.

- Julio, el brigada de policía Carluccio, muerto al desactivar una bomba colocada por las Brigadas Obreras por el Comunismo (estructura de la Autonomía).

- Julio, el carabinero Lanzafame, ejecutado en un ataque contra una patrulla llevado a cabo por Barbagia Roja, en su campaña contra la militarización, en Cagliari .

- Agosto, Roberto Peci, colaborador de la policía, secuestrado en Roma y ejecutado por las BR-Partido Guerrilla.

- Septiembre, el torturador penitenciario Rucci, ejecutado por Prima Linea en Milán.

- Noviembre, el policía Viscardi, ejecutado por militantes de Prima Linea durante un tiroteo para evitar una detención.




26 de diciembre de 2013

Fotos del narcotraficante Álvaro Uribe con sus amigos de la mafia colombiana

ANNCOL , la Agencia de Noticias Nueva Colombia, ha publicado cinco fotos del expresidente de Colombia  y servidor de Estados Unidos, Álvaro Uribe, y muestran al que también fue un peligroso narcotraficante rodeado de militantes de las mafias de la droga y sanguinarios paramilitares.

De hecho, el propio Ministerio de Defensa nornorteamericano ubicaba a Úribe como en nº82 de la lista de los 106 más destacados miembros del Cártel de Medellín, y como uno de los más cercanos colaboradores de su número 1, Pablo Escobar.

Se trata del que fue vendido por los medios de propaganda del imperialismo y la burguesía como el defensor de la democracia en Colombia, mientras defendía los intereses de las corporaciones multinacionales capitalistas y facilitaba el negocio de la cocaina controlado, en definitiva, también por estas últimas.

En la foto de encima Uribe candidato acompañó en la campaña para el senado a Eleonora Pineda y
Miguel Alfonso
De La Espriella,  quienes confesaron sus vínculos con los paramilitares
para lograr los votos que les dieron el triunfo electoral. Aquí, en Tierra Alta, el mayor
fortín de influencia de Salvatore Mancuso.
 
En la foto de encima el presidente Uribe condecoró, al entonces gobernador de Córdoba Jesús María López,
condenado por firmar el pacto de Ralito y ser pieza clave en la expansión de las autodefensas en el
departamento de Córdoba. Se comprobó que desvió al menos $ 200 millones de la salud del
departamento para construir un hospital al que los ‘paras’ llevaban a sus heridos de guerra.
 


En la foto de encima el presidente Uribe con Miguel De la Espriella y Benito Osorio, gerente del Fondo
Ganadero de Córdoba detenido por concierto para delinquir, al haberse aliado con los ‘paras’ de Salvatore
Mancuso para despojar a cientos de familias. Tiene otro proceso por lavado de activos.
 
En la foto de encima Álvaro Uribe, siendo presidente, fue padrino de Mariana De La Espriella,
hija del senador Miguel Alfonso De La Espriella quien igual que Claudio Sánchez,
entonces rector de la Universidad de Córdoba, se encuentran detenidos por vínculos con grupos paramilitares.
 
En la foto de encima Álvaro Uribe con Róger Taboada fue el primer gerente de Finagro
y salió del cargo en medio de un escándalo por autorizar un préstamo de $ 29.000 millones al
narcotraficante Luis Enrique ‘Micky’ Ramírez.
 
 
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